El Archivo Municipal conmemora el bicentenario del fallecimiento de Jaume el Barbut

  • El 5 de julio del año 1824, este crevillentino, prototipo de bandolero generoso, murió tras ser condenado y ahorcado por el verdugo Joseph Merino
  • El Archivo recuerda este aniversario con el Documento del Mes a través de la partida de defunción en la que se refleja su fallecimiento, poniendo de relevancia la importancia histórica de esta figura

El Archivo Municipal “Clara Campoamor” recuerda que hoy, 5 de julio, se cumplen doscientos años del fallecimiento de Jaime José Cayetano Alfonso Juan, más conocido como Jaume el Barbut, bandolero crevillentino nacido el 26 de octubre de 1783. Según apunta la archivera municipal, Bibiana Candela Oliver, “fue hombre de grandes cualidades personales -a pesar de su analfabetismo-, líder inteligente, carismático, astuto y valiente, fue el más célebre bandolero valenciano y español de finales del Setecientos, cuyas actividades se extendieron por tierras murcianas, manchegas y andaluzas”.

La archivera municipal cuenta que “fue hijo de campesinos, casó con María Antonia García Asensio, el 1 de agosto de 1803 y desde entonces, trabajó como jornalero y guarda de unas viñas en el pueblo de Catral. Cierto día sorprendió a un merodeador que le atacó navaja en mano, pero Jaime consiguió arrebatársela y darle muerte”. Bibiana Candela añade que aconsejado por sus familiares, huyó a la sierra de Santomera, donde no tardó en formar parte de la cuadrilla de Los Mogicas, hasta que, harto de sus crueldades —acabó matando a dos de ellos—, se hizo con el mando, iniciando así una larga serie de delitos por pueblos y serranías de los alrededores.

“Al producirse la invasión francesa, se convirtió en una curiosa mezcla de salteador de caminos y guerrillero, no tardando en erigirse como jefe de una partida que llegó a contar con más de cien hombres, siendo su nombre pronunciado con admiración y entusiasmo por tierras murcianas”, desarrolla la archivera municipal, quien además subraya que “se retiró a Crevillent con su esposa y su hija, y el lunes 28 de julio de 1813 el general Francisco Javier Elio, suprema autoridad de la región, dispuso el sobreseimiento del homicidio de Catral, y se dedicó al cultivo de unas huertas y a la ganadería”.

Pero, según señala Bibana Candela, “unas imprudentes palabras del hacendado del cual era colono, le ofendieron y, en unión de su hermano y algunos antiguos miembros de su banda, volvió al bandidaje, asaltando a cuantos mercaderes y viajeros sorprendieron por los caminos”. La cuadrilla poseía escondrijos en las sierras de Callosa, de la Murada, Albatera, la Solana y de la Pila — en esta última, próxima a Abarán (Murcia).

La archivera municipal expresa que Jaume el Barbut se convirtió en defensor de los derechos de Fernando VII, pasando a ser un feroz guerrillero realista, todo ello sin abandonar su carrera delictiva. “De entre sus golpes merece citarse el audaz robo al capitán del Regimiento de Almansa, José Enríquez, de veinte mil reales, pese a la resistencia de éste y de la escolta”, destaca Candela Oliver.

Tras la entrada de las tropas francesas, en abril de 1823, el brigadier Luis Adriani le prometió el indulto, aprobado por Fernando VII, y lo recibió en Jumilla, tras ciertas formalidades de rigor.

En Murcia fue nombrado sargento primero y puesto al frente de un grupo de “Soldados de la Fe”, con lo que acabó prestando servicios de seguridad y protección rural en los mismos lugares de sus antiguas fechorías.

A principios de 1824, recuerda la archivera municipal, fue llamado a la Casa Consistorial de Murcia, supuestamente para recibir ciertas instrucciones, pero por orden del general Montes, intendente de Murcia, se le detiene y se le instruye un rápido proceso que concluyó con su condena en la horca. Al amanecer del día señalado, 5 de julio de 1824, lunes, fue llevado al patíbulo —situado en la plaza del Mercado, hoy de Santo Domingo—, donde fue ahorcado por el verdugo Joseph Merino.

Tal y como apunta Bibiana Candela, “de su cadáver se hicieron los habituales “cuartos”, que tras ser fritos en aceite se expusieron en Crevillent (la cabeza), Jumilla, Elche y en los caminos de las serranías”.

Prototipo del “bandolero generoso”, su vida fue tema de numerosas anécdotas y leyendas narradas en las novelas decimonónicas, convertido en personaje mítico por sus hazañas en defensa de los pobres y humildes, como por ejemplo, el drama en verso de Sixto Cámara, “Jaime el barbudo” (1853), y la novela histórica de Ramón López Soler,“Jaime el Barbudo, o sea, la sierra de Crevillente” (1832).

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